En la Catedral Nacional de Washington, de la Iglesia episcopaliana, ha predicado por vez primera un pastor trans, Cameron Partridge.
Se trata, conviene recordar, de uno de los templos cristianos más
importantes de Estados Unidos, con una notable trayectoria en la defensa
de las personas LGTB. En enero de 2013,
por ejemplo, se anunció que se celebrarían allí bodas del mismo sexo.
Con motivo de la sentencia del Tribunal Supremo anulando la sección
tercera de la DOMA, la norma que prohibía a la administración federal
reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo, sus campanas tañeron durante casi una hora.
La predicación de Partridge es pues plenamente coherente con su línea
de acción. En palabras del reverendo Gary Hall, decano de dicha
catedral, “Como activista tanto dentro de la Iglesia como en la
comunidad en general, espero que la presencia de Cameron en el púlpito
enviará un mensaje simbólico de apoyo a una mayor igualdad para la
comunidad transgénero, que sufre violencia, discriminación, desempleo,
carencia de hogar y desigualdad económica”.
Cameron Partridge es uno de los siete
sacerdotes abiertamente trans de la rama estadounidense de la comunión
anglicana. Poco antes de ordenarse comentó a su obispo Thomas Shaw que
estaba en transición de mujer a varón. El obispo apoyó su decisión y
Cameron fue ordenado. Partridge marcó también un hito al ser nombrado
capellán en la universidad de Boston en 2011, y durante estos años ha
trabajado activamente a favor de la inclusión de las personas trans.
Como uno de los resultados más visibles, la catedral episcopaliana de
Boston celebra ahora cada año un homenaje en el Día Internacional de la
Memoria Transgénero, en recuerdo de quienes han muerto a causa de su
identidad de género.
Noticias, en definitiva, que dejan
translucir movimientos importantes en el cristianismo protestante
norteamericano hacia la igualdad de las personas LGTB. Es significativo
además que estos movimientos se extiendan ya más allá de las iglesias
“liberales”. Iglesias como la episcopaliana acumulan ya años de
aceptación progresiva de las personas LGTB, pero las iglesias baptistas,
por ejemplo, siguen siendo fuertemente homófobas. A ello hay que añadir
el surgimiento de figuras como el activista gay y cristiano Matthew Vines,
de quien ya hemos hablado en entradas anteriores. Procedente de una
familia y entorno evangélicos muy conservadores, Vines acabó por aceptar
su orientación y considerarla compatible con la Biblia. Un proceso de
aceptación que resultó costoso no solo para él, también para su padre,
quien ha contado lo duro que le resultó aceptar la homosexualidad de su
hijo, que ha traído consigo el alejamiento de su iglesia local.
Como bien ha señalado un periodista de información religiosa de Estados Unidos, parece que las visiones progresistas ganan terreno
en las iglesias norteamericanas después de años en que mayoritariamente
el protagonismo y la presencia mediática parecían reservadas a los
conservadores.
The Huffington Post
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