miércoles, 3 de diciembre de 2014

Orar con el Pastor Dietrich Bonhoeffer

"La Iglesia permanecía muda, cuando tenía que haber gritado... La Iglesia reconoce haber sido testigo del abuso de la violencia brutal, del sufrimiento físico y psíquico de un sinfín de inocentes, de la opresión, el odio y el homicidio, sin haber alzado su voz por ellos, sin haber encontrado los medios de acudir en su ayuda. Es culpable de las vidas de los hermanos más débiles e indefensos de Jesucristo".

Dietrich Bonhoeffer nació en Breslau, Alemania el 4 de febrero de 1906 en el seno de una familia de la alta burguesía prusiana que integraba la élite cultural berlinesa. Su padre, Karl Ludwig Bonhoeffer (1868-1948), era profesor de psiquiatría y neurología, director de la clínica psiquiátrica de la Universidad de Breslau; y su madre, la pianista Paula von Hase, nieta del teólogo Karl von Hase —predicador de la corte del Kaiser Guillermo II—La familia se mudó a Berlín en 1906, donde su padre ocupó la cátedra más importante de psiquiatría y neurología de Alemania

A los 17 años comienza sus estudios de teología en la Universidad de Tubinga y 2 años después los continúa en la Universidad de Berlín. En 1927, a la edad de 21 años, se doctoró con distinción summa cum laude con la tesis Sanctorum communio, la que el teólogo Karl Barth consideró como un milagro teológico.

El 11 de noviembre de 1931, a la edad de 25 años, es ordenado como pastor luterano.

En la Universidad de Berlín enseñó Teología y escribió varios libros. Opuesto firmemente al nazismo y a la claudicación de las iglesias alemanas frente a Hitler, participó junto con Karl Barth, Martin Niemöller y otros en la fundación de la Bekennende Kirche (Iglesia Confesante o Iglesia de la Confesión, de teología luterana pero no oficial). En abril de 1933, en una conferencia ante los pastores berlineses, Bonhoeffer insistió en que la resistencia política se hacía imprescindible.

Tras una estancia en Londres, volvió a Alemania para encabezar un seminario ilegal para pastores de la Iglesia Confesante, en Finkenwalde ,Pomerania. Allí conoció a Maria von Wedemeyer, que sería su prometida.

La Gestapo clausuró el seminario en 1937 y le prohibió predicar, enseñar y finalmente hablar en público. La resistencia, con la que colaboraba Bonhoeffer, era activa desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante este período, Bonhoeffer , trabajó mano a mano con numerosos opositores a Hitler.

Escapó a los Estados Unidos brevemente y retornó a Alemania en uno de los últimos barcos que hicieron la travesía antes del comienzo de las hostilidades.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Bonhoeffer desempeñó un papel clave de acaudillamiento en la Iglesia de la Confesión, que se oponía a las políticas antisemitas de Hitler. Estaba entre aquellos que apelaban a la abierta resistencia de la Iglesia al tratamiento que Hitler daba a los judíos. Aunque la Iglesia de la Confesión no era grande, representaba un foco considerable de oposición cristiana al régimen nazi en Alemania.

En 1939 se unió a un grupo clandestino de la resistencia, que incluía militares de alto rango con base en  la Abwehr, la Oficina de Inteligencia Militar, quienes, encabezados por el almirante Wilhelm Canaris, querían derrocar el régimen nacionalsocialista de Hitler.

Lo arrestaron en abril de 1943, Fue acusado de conspiración y encerrado en la cárcel de Tegel, en Berlín, durante un año y medio.

Tras el infructuoso atentado del 20 de julio de 1944, Bonhoeffer fue acusado de complicidad por sus conexiones con los conspiradores, algunos de los cuales eran familiares suyos, como su tío, el comandante de la ciudad de Berlín, Paul von Hase, ejecutado el 8 de agosto de 1944.

El 8 de octubre fue trasladado a la prisión de la Gestapo en la calle Prinz-Albrecht para interrogarlo y el 7 de febrero de 1945 al campo de concentración de Buchenwald. En abril de 1945 fue llevado al Campo de concentración de Flossenbürg.

El 8 de abril de 1945 se condenó a la horca a Dietrich Bonhoeffer .En el amanecer del 9 de abril, Bonhoeffer, que el día anterior -domingo de cuasimodo- había dirigido un servicio religioso a petición de los demás presos, fue ejecutado en la horca. Debió desnudarse para subir al cadalso. Sus últimas palabras fueron "Este es el fin; para mí el principio de la vida". El doctor del campo -testigo de la ejecución- anotó "Se arrodilló a orar antes de subir los escalones del cadalso, valiente y sereno. En los cincuenta años que he trabajado como doctor nunca vi morir un hombre tan entregado a la voluntad de Dios".

Cómo orar con los salmos imprecatorios o de venganza

Los llamados “Salmos de venganza” nos presentan actualmente mas dificultades que cualquier otra parte del salterio. La terrible frecuencia de los pensamientos contenidos en ellos atraviesa todo el salterio. En este caso todos los intentos de hacer nuestras estas oraciones parecen destinados al fracaso, y lo que se considera una expresión del estadio religioso elemental parece oponerse realmente al Nuevo Testamento. Sobre la cruz, Cristo oró por sus enemigos y nos enseñó lo mismo a nosotros. Entonces ¿cómo podemos invocar la venganza de Dios sobre los enemigos cuando oramos los salmos? O preguntándolo de otro modo: ¡podemos comprender los salmos de venganza como una palabra de Dios para nosotros, como una oración de Jesucristo? ¿Podemos rezar como cristianos estos salmos?

Entiéndase bien que no estamos preguntando por posibles motivos que en modo alguno podemos sondear, sino por el contenido de la oración.

Los enemigos de los que se habla son los enemigos de la causa de Dios, que nos atacan por causa de Dios. No se trata, pues, en modo alguno de una lucha personal. El orante de los salmos no quiere nunca vengarse por su cuenta, sino que deja la venganza únicamente en manos de Dios (Véase Romanos 12,19). Por eso, debe abandonar toda idea de desquite personal, tiene que liberarse de la sed de revancha, porque, si no fuera así, la venganza no estaría reservada estrictamente a Dios. Sólo quien es inocente frente al enemigo puede dirigirse al Dios de la venganza. Invocar la venganza de Dios es pedir que su justicia se cumpla en el juicio contra los pecados. Esta justicia tiene que realizarse si Dios es fiel a su palabra, y debe cumplirse en todos. Yo mismo con mis pecados estoy sometido a este juicio, no tengo ningún derecho a querer impedir esta justicia. Tiene que cumplirse por Dios y, de hecho, se ha cumplido, pero de un modo maravilloso.

Buscado por M. Nuñez en Carmelo Ecuménico Interreligioso

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