domingo, 7 de diciembre de 2014

Reflexión Segundo Domingo de Adviento

"Consuelen, consuelen a mi pueblo. Dice el Señor." Isaías 40:1

El tiempo de Adviento siempre ha sido para mí un momento para una reflexión y expectación profunda. Los temas de Adviento de esperanza, amor, gozo y paz proporcionan oportunidades semanales para que los cristianos preparemos nuestro ser completo (cuerpo, mente y espíritu) para el cumplimiento de la promesa que Cristo vendrá en Navidad.

La segunda semana de Adviento nos invita a reflexionar sobre el amor. Amor dado y recibido. Muchos de nosotros experimentan el amor más profundamente en y a través de nuestros cuerpos, y así reflexionar ahora sobre el cuerpo no tanto en su aspecto físico sino en su forma emocional.

Soy muy consciente de mi cuerpo físico. Sé cómo se siente mi cuerpo--cada nervio, músculo y órgano. No sé cómo funcionan realmente los diversos trozos y pedazos del cuerpo, pero estoy agradecida por el hecho de que mi cuerpo funciona de una manera que apoya mi intención de vivir una vida de calidad tanto como pueda. Aunque no siempre fue verdad para mí, puedo decir hoy que amo mi cuerpo y que mi cuerpo me ama.

Al mismo tiempo, mi mente me hace consciente de que este cuerpo vive tiempos interesantes. Experimentando el amor en un cuerpo no es todo acerca del dar o recibir amor y luz todo el tiempo. El mundo es demasiado complejo para este tipo de pensamiento simplista.

Por ejemplo, soy una estadounidense de 66 años de edad amante de una mujer de mi mismo género cristiana de ascendencia africana, Cherokee, Choctaw e irlandés moviéndome en el mundo como una líder espiritual en una comunidad global y diversa. La piel que cubre este cuerpo lesbiano, potente, intercultural, es negra. Como tal, tiene la memoria celular de lo que es ser negro en América. Al mismo tiempo, sé que el color de mi piel no define todo de mí. De hecho, reconozco que este cuerpo negro ocupa algunas posiciones de poder y privilegio.

En mi espíritu, sé que no estoy sola al tener una conciencia de tal complejidad individual. Muchas personas tienen de primera mano la experiencia de lo que es vivir como la víctima de alguien y también lo que es estar predispuesto en contra de otros y victimizar a otros. Mucha gente sabe lo que es ser contada de forma sutil y descarada manifestando que nuestras vidas no importan; también sabemos que hacemos las cosas para mostrar que nosotros devaluamos la vida de otras personas. Cada día, muchos de nosotros rezamos por la porción extra de gracia que se requiere para sobrevivir, cuando eres la encarnación de los miedos de otros pueblos, cuando oramos para la protección de aquellos que tememos.

Todos estamos en esta vida compleja juntos -- queers, heterosexuales, mujeres, y niños; nativos e inmigrantes; personas de color y personas blancas; personas con discapacidades, personas de todas las naciones, personas de diferentes credos y personas sin fe; ricos y pobres; ancianos y aquellos que están enfermos; aquellos de todos los colores, creencias y persuasiones. No importa quien seamos, lo que aparentan nuestros cuerpos o el nivel o causa de nuestros miedos. Cada uno de nosotros está llamado encontrar como amarnos a nosotros mismos y a los demás.

Nosotros debemos resolver esto. De hecho, la propia supervivencia de la humanidad requiere que ganemos consuelo a través de nuestra convivencia como el pueblo amado de Dios. ¿Qué aspecto podría tener el consuelo? Para mí, el consuelo parece un montón de justicia y misericordia, justicia que se da libremente y misericordia que no se niega. El tipo de consuelo del que hablo proviene de la reconciliación, no de la venganza. Se trata de deseo, no de demanda. En cuanto a mí, espero con expectación el día cuando todo el pueblo de Dios vivirá en tanto consuelo en cuerpo, mente y espíritu.

Aunque algunas personas no lo pueden conseguir en la actualidad, la buena noticia para todos nosotros está en saber que nuestro mundo y la calidad de nuestras relaciones con el otro realmente pueden mejorarse. En realidad, Cristo viene sólo un poco más cada vez que elegimos rechazar el miedo y en cambio aceptamos la promesa de advenimientos de esperanza, amor, alegría y paz imperante entre el pueblo de Dios. Eso es todo lo que necesitamos para la Navidad. ¡Que así sea!

Por la Rev. Obispa Darlene Garner (Consejo Episcopal de ICM)

No hay comentarios:

Publicar un comentario