Con los últimos rayos de sol se celebró ayer, en la Parroquia de San Antón, la ceremonia en honor al que el padre Ángel bautizó con el título de «alcalde de Chueca»: el difunto Pedro Zerolo.
Él, que en vida se declaró «ateo militante», y que tantas veces se
enorgulleció en denunciar el «patriarcado de la Iglesia católica»,
recibió el mayor homenaje que un religioso cristiano, el fundador de Mensajeros de la Paz,
le quiso dar. Un hombre que lo consideraba un «amigo de corazón» y con
el que tantas veces discutió «sobre lo divino y lo humano».
El evento, abierto según el sacerdote a «todos sus amigos,
vecinos del barrio y de los movimientos gay y no gay», abarrotó el
austero templo. Entre los prietos bancos se pudo ver, arropando a la
pareja y hermana del fallecido, los dos rostros más destacados del PSOE
madrileño: el portavoz del grupo socialista en la Comunidad, Ángel Gabilondo; y su homólogo en el Consistorio, Antonio Miguel Carmona. No se hallaba entre los presentes la nueva alcaldesa, Manuela Carmena, a la que el padre Ángel disculpó.
La nave estaba decorada con pantallas en las que se
dibujaban el rostro del ausente en el esplendor de su vida. «Con la
melena que tenía antes de la enfermedad y la sonrisa que mejor lo
representaba» subrayó el párroco.
Con la proyección de más fotografías, que recogían momentos
de su paso por la política, y algunas personales, arrancó en homenaje.
Entre ellas aparecieron la de la ceremonia de su boda, un rito que, a
día de hoy, la iglesia católica no reconoce. Tras la exposición, tomó la
palabra Carmona, que rememoró su compromiso de otorgar el nombre de
Pedro Zerolo a una calle del céntrico barrio madrileño, y que quiso
recordarlo como «aquel niño que vino de Caracas y que se convirtió en el
motor de la defensa de los derechos civiles».
Acto seguido fue el turno a dos pastores de la Iglesia Evangelica Española y de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana,
una mujer y un hombre, este último ataviado con un estola con los
colores del arco iris. Ambos agradecieron al fallecido su lucha por el
respeto al colectivo LGTB, acrónimo de Lesbianas Gays,
Transexuales y Bisexuales, para cerrar el acto cediéndole la palabra al
padre Ángel, que quiso resaltar la «alegría que caracterizaba a Pedro.
La misma con la que debemos afrontar los cristianos esta nueva etapa de
la iglesia que ha llegado con el Papa Francisco, en la que se vislumbran cambios».
El momento más emotivo surgió cuando el sacerdote recordó
cómo, ayer por la mañana, «una niña musulmana trajo al templo una rosa,
en señal de gratitud a los Misioneros de la Paz, por haberla ayudado a
superar un terrible cáncer». Tras estas palabras, el párroco mostró la
flor, se acercó a la imagen del difunto, situada junto al altar
presidiendo el acto, y se la colocó en el pecho.
Antes de que las puertas del templo volvieran a abrirse, se
leyó el poema Oda a la Tristeza, de Pablo Neruda, «el preferido de
Pedro», zanjó el oficiante. El último verso se fundió con un aplauso.
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