El matrimonio igualitario
es desde ayer legal en todo Estados Unidos. El Tribunal Supremo, máxima
instancia judicial en este país, declaró ilegales las leyes que en 14
Estados prohibían casarse a personas del mismo sexo. Tras décadas de
lucha, en pocos años los estadounidenses y sus líderes, contrarios hasta
hace poco a la equiparación de los derechos de gais y lesbianas, han
dado un giro irreversible. La decisión, comparada con la que en 1954
ilegalizó la segregación racial en las escuelas, cierra una era de
discriminación.
“Este fallo es una victoria para América”, dijo Barack Obama. “Cuando
todos los americanos son tratados como iguales, todos somos más
libres”. El caso Obergefell et al. contra Hodges, director departamento
de Sanidad de Ohio, et al. pasará a los libros de historia con otros
casos como Brown contra el Consejo educativo de Topeka o Roe contra
Wade, que han transformado EE UU. James Obergefell y los otros
demandantes pedían al Supremo que ilegalizase las leyes que, en
Michigan, Kentucky, Ohio y Tennessee, definían el matrimonio como la
unión entre hombre y mujer.
El tribunal, con 5 votos a favor y 4 en contra, dio la razón a Obergefell.
Anthony Kennedy, el juez centrista que suele desempatar en las
decisiones reñidas y que redactó el fallo, argumentó que las leyes de
estos cuatro Estados vulneran la 14ª enmienda de la Constitución, que
consagra la igualdad ante la ley y, según el fallo, “exige al Estado que
case a dos personas del mismo sexo”. “Piden una dignidad igual a los
ojos de la ley”, escribió Kennedy en referencia a los demandantes. “La
Constitución les garantiza este derecho”.
Automáticamente, la decisión sobre los cuatro Estados demandados se
aplica a los diez que sólo permitían casarse a un hombre con una mujer.
De golpe, el matrimonio homosexual, hasta ahora legal en 36 Estados, lo
es en los 50 de la Unión, sin excepción.
La primera potencia, la democracia más poderosa, un país con un largo
historial de discriminación pero también de batallas por los derechos
civiles, propicia el mayor avance en décadas, quizá en la historia, de
los derechos de gais y lesbianas. Quienes se oponen al fallo de ayer
tiene poco margen para revocarlo. Deberían enmendar la Constitución o
lograr que los jueces —los actuales u otros más conservadores— dictasen
otro fallo que anulase el actual. El juez conservador Antonin Scalia
describió la decisión, en un voto particular, como un “golpe de Estado
judicial” y dijo que el Tribunal Supremo es una amenaza a la democracia
estadounidense. El argumento de la minoría conservadora es que los
jueces se han excedido al intervenir en un asunto que debería decidir el
pueblo.
Cambio en pocos años
Hace medio siglo, todos los Estados de EE UU menos uno criminalizaban
la homosexualidad, y la Asociación Psiquiátrica Americana la calificaba
de enfermedad mental, escribe el profesor de Harvard Michael Klarman,
autor de Del armario al altar, una historia de la lucha por el
matrimonio homosexual.
Hace sólo diez años, el único Estado en permitir las bodas entre personas del mismo sexo era Massachusetts.
La doctrina del Supremo era que cada Estado debía decidir por su
cuenta. “Mis creencias religiosas dicen que el matrimonio es algo
santificado entre un hombre y una mujer”, decía Obama en 2004, cuando
aspiraba a ser senador por Illinois. Aquel año, un 31% se oponía al
matrimonio igualitario y un 60% estaba a favor, según el Pew Research
Center. Ahora un 59% está a favor y un 39% en contra. Todo ha cambiado
en pocos años: las Fuerzas Armadas aceptan a gais y lesbianas, el
Gobierno federal ya reconoce a efectos administrativos a los matrimonios
homosexuales y Obama se ha sumado al movimiento.
Tras conocerse la decisión, frente a la escalinata del Supremo, Bill
Wooby, de 67 años, recordaba los años de lucha, la discriminación, los
amigos muertos y lloraba. “Por primera vez me siento americano”, dijo.
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