Existe una moral de la “pureza” anterior a Jesús de Nazaret. Podemos
encontrar las normas y principios de esta ética en numerosos textos
bíblicos del Antiguo Testamento. Da especial importancia a los
mandamientos y prohibiciones rituales sobre el culto a Dios, los
alimentos “puros e impuros”, la vestimenta, las enfermedades, la
sexualidad, la esclavitud, la propiedad, la violencia y otros asuntos de
la vida.
Jesús era galileo, de cultura judía, educado en las tradiciones de
Israel. Respetó la Ley sagrada, la Torá, aunque sorprendió a mucha gente
con una nueva espiritualidad centrada en el amor, lo que le trajo
graves problemas con los observantes de la antigua Ley. Acogió a
personas “impuras”, enfermos, pecadores públicos, leprosos, prostitutas y
otros marginados de su entorno. Chocó abiertamente con algunas normas
religiosas, tocó a los intocables, hizo curaciones prohibidas en el día
santo del Sábado, comió en casa de recaudadores de impuestos, habló de
dios como Padre y proclamó el Amor entrañable y compasivo como norma y
motor fundamental de la vida humana.
Las primeras comunidades cristianas sufrieron la presión de quienes
intentaron mantener la antigua moral judía. Pedro tuvo que terciar en
conflictos relacionados con los alimentos prohibidos, la circuncisión
ritual y la apertura a los nuevos creyentes “gentiles” que no provenían
del Judaísmo. La mentalidad de aquella época se mezcló con la nueva fe
en la forma de ver a la mujer, la esclavitud, la sexualidad. Surgieron
nuevos fundamentalismos.
Las tres “religiones del Libro”, la judía, la cristiana y el Islam se
preocuparon más por los actos y comportamientos “antinaturales” que por
la identidad y la libertad de las personas homosexuales. Condenaron y
persiguieron estas relaciones sin entender que en muchos casos
encarcelaban y mataban a seres inocentes por el único motivo de que eran
diferentes, sentían de un modo diferente y amaban de un modo diferente.
Las ciencias modernas han comprendido y estudiado que
existen distintas identidades humanas afectivas y sexuales. Muchos
hombres y mujeres somos y sentimos de otra manera. Nos resulta imposible
prescindir de nuestra propia forma de ser y de amar, que no es ni mejor
ni peor que la heterosexual. Queremos SER lo que somos, SENTIR como
sentimos y AMAR como amamos. ¿Cuándo entenderán esto los que siguen
persiguiéndonos y calumniándonos?
Proclamamos y reivindicamos nuestro derecho a SER quienes somos, libres,
felices y capaces de amar. En esto consiste el “Orgullo LGTB”: en la
fiesta y en la lucha por defender nuestra dignidad y nuestro amor
propio. Conocemos a muchos gays, lesbianas, trans y bisexuales que
siguen sufriendo malas miradas, agresiones verbales y físicas, rechazo y
desprecio por SER lo que son. Y en otros países son encarcelados,
torturados y hasta asesinados por el mismo motivo. Trabajemos unidos por
un mundo más justo y solidario, un mundo mejor para todos y todas. ¿Os
parece bien?
Por Chema Muñoz en Revista 21
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