Quisiera entrar en esa entraña de
misericordia del Crucificado, moribundo, asesinado injustamente por un
sistema patriarcal misógeno, violento y manipulador. Entraña que expresa
para todos los seres humanos el modo de ser y amar de Dios. Y
precisamente es ese modo peculiar, diferente y único de amar lo que
provoca un antes y un después en la historia de la humanidad.
Estos días estamos celebrando eventos
para concienciarnos de la catástrofe que la violencia, sea contra la
mujer o contra la población de países enteros, causa en la carne y
sangre de la humanidad más vulnerable.
Ellos, esos jefecillos políticos,
militares y religiosos, llenos de complejos y problemas serios de poder y
control, matan, asesinan, controlan, desprecian, violan porque por sus
venas corre la falta de amor, la falta de ternura que por mil
situaciones la vida les ha deparado. Y reconozco que no sólo los varones
pueden llegar a ser así, también las mujeres, hijas del mismo sistema y
llenas de ambición y de necesidad de ser aceptadas en un sistema
misógeno y patriarcal, podemos ser crueles. El problema no está en el
sexo sino en el cerebro.
Ellos asesinan “lo femenino” en Jesús. Bloquean el hemisferio derecho del cerebro de la humanidad de un modo violento y aterrador.
Así justifican la sumisión, la esclavitud, la explotación de la tierra, de la mujer y de todo lo que peligrosamente empieza en “la”
porque es femenino: la bondad, la ternura, la verdad, la dignidad, la
belleza, la solidaridad, la igualdad, la misericordia, la hospitalidad,
la risa, la cordialidad…
¿Por qué digo que bloquean lo femenino
en Jesús y en él en toda la humanidad? Porque desde una postura de poder
civil y religioso crucifican, es decir maldicen para todos los tiempos,
todo lo que la persona y misión de Jesús trajo a la historia de la
humanidad: las entrañas de misericordia de nuestro Dios hechas
humanidad, en cuerpo de varón con alma también de mujer. Él fue la
persona integrada, completa y equilibrada.
Y, eso, ese equilibrio, de todo su ser,
con unas actitudes fuertes y tiernas, justas y compasivas, claras y
valientes…es lo que molesta, porque denuncia, sin palabras incluso, lo
que es diferente.
Jesús activa en nosotras y nosotros el
hemisferio derecho. Sabemos lo que le causó a él hablar de una manera
diferente, actuar desvelando no sólo el amor incondicional del Abba,
sino a la vez, desvelando las trampas de una Ley que dejaba de producir
profetas porque se había ido quedando estéril.
Dice el Evangelio de Lucas que Dios
viene al mundo por lo femenino, por la mujer. El bueno de Zacarías queda
mudo porque en su oración le pide garantías a Dios de que lo que le
dice se cumplirá…Isabel, la estéril, la anciana, la invisible para el
Templo, acoge el misterio (que por cierto esa capacidad se aloja en el
hemisferio derecho), y en sus entrañas toma forma el profeta que junto
con su madre son la bisagra entre el caducado viejo testamento y la
nueva ley, en forma de fetito en el cuerpo de otra joven invisibilizada
por el sistema. María, que tenía activado su hemisferio derecho, dejó
entrar a Dios porque estaba a la escucha.
Hablar de la no-violencia a las puertas
de Adviento es para mí una oración, un lamento por el dolor que provoca
el desequilibrio en los varones que buscan en la mujer lo que ellos no
son capaces de encontrar en sí mismos, la paz y armonía fruto del
equilibrio entre los dos hemisferios.
Propongo que además de más rapidez en la
actuación policial ante las denuncias por violencia de género y de todo
tipo, activemos en nosotros y en la sociedad el hemisferio derecho.
De ello hay experiencias en educación, y
poco a poco se van introduciendo nuevos modos más de acuerdo con la
integración de la persona. El problema es que, en estos momentos, la
inmensísima mayoría de la humanidad está educada mayormente desde el
lado izquierdo, programados para producir, consumir, explotar, competir,
propio de la etapa, ya caducada, de la industrialización.
Para ello, este tiempo del año es
precioso. Soltar nuestros lastres y dejarlos ir, como nos enseñan los
sabios árboles de hoja caduca. Se renuevan todos los años. Dejan caer
sus hojas secas para que la nueva savia de vida a hojas nuevas: Dejar ir
formas viejas, secas y caducas, que produjeron en su momento pero que
ahora ya no dan nada para acoger la nueva vida, sabia,porque proviene de
las raíces hondas en la tierra.
Tierra de siempre y siempre nueva que
produce, a pesar de ser vieja, savia nueva porque es sabia y se deja
nutrir por todos los nutrientes escondidos en las oscuras capas por
donde sus raíces buscan alimento.
Dejémonos nutrir por el seno de Dios,
inmensa placenta, llena de amor, que nos envuelve y protege y conforma a
su imagen, si nos dejamos.
Todo sería distinto, habría unos cielos
nuevos y una tierra nueva donde los hombres y las mujeres vivirían en
armonía entre ellos y con la tierra que los sustenta. Esa entraña de
misericordia del crucificado que se abre para dar a luz una humanidad
nueva, un hombre y una mujer que se complementan, respetan y ayudan a
que cada uno dé lo mejor de sí.
Mientras los sueldos sean desiguales,
los gobiernos e iglesias estén dominados por uno en detrimento de la
otra, las cuentas no saldrán, dice la lógica, ausente parece, en este
caso, y tan presente cuando son ellos los que quieren dominar con la
lógica patriarcal.
Os aviso, el ángel que le habló a
Zacarías, a Isabel y a María, ya quiere sacar los billetes pero desconoce
destino. ¿Te interesa hospedarle o mejor que viaje a otro lado? Mira
que si viene y me quedo sin mis viejas hojas…
Por Magdalena Benassar en Eclesalia
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