Terminamos el año con una corrección fraterna al Consejo Evangélico
de Madrid, que ha amenazado de expulsión a las comunidades locales de la
IEE (Iglesia Evangélica de España) si no se retractan de su Declaración de Mamré,
“donde el Sínodo de la IEE opta claramente por rechazar la homofobia en
todas sus vertientes, acompañar pastoralmente a las personas LGTB y a
sus familias, así como trabajar por su visibilización e integración en
la iglesia”.
La Iglesia Evangélica Española siempre se ha
destacado por su respeto y defensa de la diversidad, la defensa de la
libertad de conciencia, las libertades políticas, su diálogo con la
sociedad contemporánea, atendiendo a su espíritu protestante. Se ha
esforzado a través del tiempo en construir un protestantismo unido, no
en vano fue fundadora tanto de la Alianza Evangélica Española como de FEREDE.
Dice la Comisión Permanente de la IEE: “Hoy nuestras iglesias locales se ven amenazadas por aquellos que se llaman nuestros hermanos en Cristo”, por el CEM, que según reza su lema es “la casa común protestante”.
“Nuestro pecado consiste en tomar partido a favor del ser humano,
defender sus derechos dentro y fuera de las puertas de la iglesia.
Nuestro pecado consiste en no estar apegados a la letra, sino al
espíritu de las Escrituras, y haber perdido el miedo ante los que
pretenden tener la Verdad presa en sus palacios invernales.”
“¿Qué decir? Simplemente confesar que nuestra conciencia eclesial está presa de la Palabra de Dios.
Dicho de otro modo, somos presos del mismo Cristo, de su forma de hacer
y de su respeto por la dignidad del ser humano. Y no hay concilio, ni
institución, ni dogma que esté por encima del Resucitado que sigue
inspirando a su pueblo a través del Espíritu. Seguiremos actuando como
siempre hemos vivido, defendiendo la dignidad del ser humano, y luchando
por sus derechos a la manera de Jesús de Nazaret. Nunca hemos impuesto
nada a nuestros hermanos y hermanas, y tampoco queremos que por su parte
se nos imponga nada…”
Desde estas líneas denuncio la presión homófoba del CEM contra una
Iglesia ejemplar y fiel al Espíritu, que acoge fraternalmente a las
personas LGTB. Ya es triste la actitud del sector más conservador de la
Iglesia Católica Romana para sufrir también condenas y exclusiones del
fundamentalismo protestante. Llamo al CEM a convertirse al Amor
de Dios, encarnado en Jesús, a salir de su interpretación ideológica de
la Biblia y a retirar su amenaza a la IEE.
Os deseo un buen año nuevo, con mucha justicia y solidaridad hacia las personas excluidas y necesitadas.
Feliz 2016.
Fundamentalismo y Espiritualidad sana
He recibido críticas, insultos y amenazas de condenación eterna tras
mi reciente apoyo a las comunidades de la IEE en Madrid, algunas
incluso de predicadores latinoamericanos. Comprendo su intención de
preservar “la doctrina” y salvar a las personas LGTB que nos atrevemos a
vivir y disfrutar nuestra capacidad de amar en modo afectivo-sexual.
Pero sus posturas me parecen ofensivas y hasta peligrosas, propias de
una época anterior a la Declaración de los Derechos Humanos.
Los fundamentalismos “religiosos” son reacciones ideológicas
frente al miedo que producen los cambios modernos en sociedades cada
vez más laicas y libres. Suelen ir asociados a la intolerancia y el
fanatismo. Rechazan toda adaptación del mensaje sagrado a la realidad
socio-cultural como algo herético. Propician el rechazo y la agresividad
contra quienes no compartimos su mentalidad y su forma de entender la
fe y la espiritualidad.
Los fundamentalistas suelen apoyar sus posiciones doctrinales con textos fuera de contexto, citas de la Biblia o del Corán que usan como armas arrojadizas sin ningún tipo de rigor hermenéutico, y que se convierten en pretexto para
justificar sus posturas dogmáticas o fanáticas. Exigen la absoluta
uniformidad doctrinal, tratando de imponer normas morales muy rígidas,
reglamentando todos los aspectos de la vida privada. Una mala formación
teológica, una falsa y enfermiza experiencia espiritual, una escasa
formación humana y una mentalidad cerrada y estrecha aumentan el peligro
de radicalización de estas personas y colectivos.
Una espiritualidad sana acoge lo mejor de este mundo actual, no teme
los cambios, acepta la laicidad, comprende a quienes no comparten sus
creencias, valora los avances científicos y sociales como un bien por el
que dar gracias, defiende los Derechos Humanos y la dignidad de todas
las personas. No se cree en posesión de la Verdad sino que intenta
descubrir la parte de verdad que tienen los demás. No trata de imponer
sus ideas, sino de proponerlas y dialogar de modo constructivo y
respetuoso.
Entre las personas católicas, protestantes y musulmanas, muchas
compartimos esta espiritualidad abierta y positiva, que nos ayuda a ser
más felices, generosos, solidarios, respetuosos y agradecidos. Poco
tenemos que ver en la práctica con los fundamentalismos cristianos e
islámicos, que tanto daño han hecho, hacen y harán si se lo permitimos.
No son nuestros enemigos, pero integran grupos enfermos que pueden ser
peligrosos. Y algunos lo son. Sus derechos llegan hasta donde empiezan
los derechos de los demás. ¿No os parece?
Por Chema Muñoz en La Revista 21
Más info en dosmanzanas.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario