miércoles, 14 de agosto de 2013

Homilia 19º Domingo del tiempo ordinario C

El Evangelio de hoy esta de actualidad, en un momento en el que nos asedia la penumbra económica, debemos preguntarnos: ¿de qué sirve el dinero a los pobres de espíritu? Jesús siempre transmitió a sus discípulos que debían amar al prójimo y ser serviciales, con independencia de su condición. En ocasiones la obsesión por lo material nos ha llevado a perder el amor a nuestros semejantes y, paradójicamente, gracias a los avatares económicos actuales volvemos a refugiarnos en la familia, ya sea la heredada o la creada por nosotros mismos, sin duda nuestro mayor capital.

Jesús amaba a pobres, a prostitutas, a ladrones, a apestados... Creía en el perdón y en la capacidad de mirar más allá de lo visible, de mirar al corazón del ser humano. Y, por supuesto, amaba a las "minorías". Estoy convencido de que si viviera en este tiempo y en esta ciudad se sentaría con nosotros en la misma mesa y nos invitaría a desterrar los prejuicios, a respetarnos, a darnos apoyo. "Vended vuestros bienes y dad limosna", decía. Con limosna no se refería a monedas, se refería a misericordia, basándonos en el significado original del término griego. ¡Qué razón tenía! ¿Acaso lo que está pasando en la actualidad no es una llamada de atención para hacernos reflexionar de lo pobres que éramos ya?

El individualismo nos ha llevado a la deshumanización. Es el momento de recuperar el sentido de la colectividad, de entregar al prójimo, de no juzgarle. En definitiva, de amarle. No hay que poseer muchas monedas, sino compartirlas en la medida de nuestras posibilidades, con los que necesitan de nosotros y, así, como dice Jesús en el Evangelio "hacerse un tesoro en el cielo".

Nuestro corazón es nuestro tesoro, nuestra herramienta para cambiar el mundo, para corregir las desigualdades. Tenemos que ser alternativos, no dejarnos llevar por aquellos que se valen de la desconfianza para justificar su egoísmo. La avaricia entristece al buen cristiano y nos aleja de Dios. Los cristianos tenemos que romper el muro del miedo a la verdad y a la justicia.

Cristo resucita cada vez que nuestros actos los mueve la virtud de dar. Pero no nos confudamos: una vida próspera no está ligada al éxito material.

La felicidad la consigue aquel que es capaz de hallar el amor fraternal, de valorar en los otros las pequeñas cosas que se convierten en testimonio del creador.

Qué lamentable la deriva del que pierde la fe, del que se niega a aceptar que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. No importa el color de piel, el país de origen o la orientación sexual, ¡somos su creación!

"Fe" es una palabra pequeña que esconde el valor más grande. "Lo esencial es invisible a los ojos", dice un libro recomendable y que muchos de vosotros ya conoceréis, 'El Principito'. El mejor legado para las futuras generaciones es la fe. Si tenemos hijos ahora o algún día, debemos transmitírsela.

En las pequeñas comunidades cristianas, como la nuestra, necesitamos esforzarnos para que se refleje día a día el espíritu de fraternidad, de ayuda y de entendimiento. Venimos de diferentes tradiciones cristianas. Pero, qué importan las formas de expresar nuestra fe a fin de cuentas. Somos un solo corazón que late por la voluntad de la Iglesia de Cristo.

Hoy continuamos en un nuevo camino para Pan de Vida, BBB ya no esta y mas que nunca necesitamos de la implicación de cada uno de vosotros, todos sabéis que BBB echaba a sus espaldas todo el peso de la comunidad, yo os tengo que confesar que necesito de vuestra ayuda.

Con gran alegría e comprobado que antes incluso de que os dirigiera estas palabras nuestro hermano JJJ quedo conmigo el otro día y después de una larga charla me dijo que “a llegado el momento” de dar un paso mas en su compromiso con nuestra comunidad y que va a estar para todo lo que sea necesario. Gracias JJJ por tu compromiso.

Sigamos trabajando, pues, fiándonos solo de la gracia de Dios y con esta convicción: en la eucaristía se anticipa la vuelta del Señor, el servidor, no el servido, que nos dará una agradable sorpresa cuando nos haga sentar a su mesa. Amen.

Por Diácono Alejandro de ICM Pan de Vida (ICM España)

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