El cristianismo romano ha elaborado sus doctrinas y estrategias desde
 la perspectiva masculina, sobre todo en materia de poder y de moral 
sexual. Francisco reclama ahora que “hay que llevar adelante una 
teología de la mujer”. ¿Qué quiere decir? Hay incontables teólogas con 
gran prestigio y mucha presencia en el mundo académico y editorial. 
¿Acaso no hacen teología de mujer? Siempre están bajo sospecha. Muchos 
jerarcas les acusan de hacer teología feminista, es decir, de centrar 
sus empeños en argumentar que la mujer merece un trato en igualdad con 
los hombres, también dentro del santuario. “El feminismo no es más que 
un paso en el proceso de deconstrucción de la persona”, acaba de opinar 
el obispo que se ha ocupado de los asuntos de la familia en la 
Conferencia Episcopal Española, Reig Plá. Peor aún: es el mismo Papa 
quien debe aclarar qué quiso decir cuando afirmó que el feminismo es 
“una filosofía que corre el riesgo de convertirse en machismo de falda”.
Sobre la posibilidad de permitir por fin que las mujeres accedan al 
sacerdocio, el culmen de una teología femenina, Francisco ha respondido 
una vez más que no, que ese asunto “lo dejó zanjado Juan Pablo II”. Lo 
ha declarado a los periodistas en el avión de regreso a Roma desde EE 
UU. Como si quisiera suavizar una afrenta, el Papa matizó la negativa 
afirmando que a lo que sí está “dispuesto” es a llevar adelante una 
teología que dé más protagonismo a la mujer.
Según las estadísticas que Francisco ha conocido estos días, el 63% 
de los católicos estadounidenses son favorables a la ordenación de 
mujeres. También ha escuchado por boca de una monja que algún día un 
Papa tendrá que pedir perdón a la humanidad por el trato que el Vaticano
 ha dado a las mujeres. Francisco escuchó en silencio y se ha escrito 
que sonrió. En el avión, alabó a las monjas de Estados Unidos. “Son 
fantásticas, y el pueblo estadounidenses las quiere mucho, no sé si a 
los curas también”, proclamó. Algunas de esas monjas fueron investigadas
 durante el pontificado de Benedicto XVI por supuesta herejía, hasta que
 este Papa ordenó que se les dejara de molestar.
En el siglo XIX, la Iglesia romana perdió a los obreros, en el XX a 
los intelectuales y a los jóvenes, en este siglo XXI lleva camino de 
perder a las mujeres, que son con creces la mitad más activa de esa 
confesión. “Los jóvenes se han ido de la Iglesia sin dar portazo y no 
nos hemos enterado”, reconocía semanas atrás el obispo de Santander, 
Manuel Sánchez Monge. Con las mujeres puede pasar lo mismo: se van yendo
 sin que los obispos se enteren.
Lo peor, en opinión de importantes pensadoras cristianas, es la 
actitud de la teología que llaman machista. Lean este párrafo papal: “La
 puerta de la ordenación de mujeres está cerrada. Pero quiero decirles 
algo: la Virgen María era más importante que los apóstoles y que los 
obispos y que los diáconos y los sacerdotes. La mujer en la Iglesia es 
más importante que los obispos y que los curas. ¿Cómo? Esto es lo que 
debemos tratar de explicitar mejor. Creo que falta una explicación 
teológica sobre esto”.
Palabras bonitas. Las mujeres teólogas no piden que el Papa o los 
obispos hablen de las mujeres o den poder a las mujeres. Esperan que 
hablen con las mujeres y tomen en cuenta sus opiniones y decisiones. Un 
ejemplo, que contradice a Francisco en toda regla: Es cierto, como dice,
 que Juan Pablo II, el muy conservador papa polaco, cerró la puerta al 
sacerdocio femenino, pero no lo es que esa puerta no pueda abrirse por 
otro Papa.
Francisco escribió en la Evangelii Gaudium que “el 
sacerdocio reservado para los hombres (...) es un tema que no se pone en
 discusión”. No es verdad. Es quizás el tema que más se discute, además 
del celibato opcional de los sacerdotes. Nunca se ha cerrado “ese tema”.
 Cada día se abre en canal ante decenas de miles de parroquias que no 
tienen pastor por falta de vocaciones. Es verdad que lo quiso hacer Juan
 Pablo II, poco dado a sutilezas teologales, pero se le opuso con 
contundencia quien entonces era el prefecto de la Congregación para la 
Doctrina de la Fe, cardenal Joseph Raztinger, más tarde Benedicto XVI. 
Proclamar como dogma que no cabe el sacerdocio femenino es una 
barbaridad; los papas pueden cerrar ese camino cuanto quieran, pero 
nunca podrán decir a todo el orbe católico que es doctrina de la Iglesia
 desde su fundación, resumió Ratzinger a su superior y amigo. No fue un 
ruego, sino una orden de quien era entonces el exigente y no manipulable
 policía de la fe católica, además de gran teólogo. Sin duda, dejó 
escrito un dossier sobre la materia. Es raro que el Vaticano no
 lo tome en cuenta. El sacerdocio de las mujeres es, ciertamente, un 
“caso cerrado”, pero en la dirección opuesta a la que supone el actual 
Pontífice.
Por Juan G. Bedoya en El País 

 
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