domingo, 13 de abril de 2014

Meditación para el Domingo de Ramos

Rev. Obispo Hector Gutierrez
(Del Consejo Episcopal de ICM)

“Los dos discípulos fueron al pueblo e hicieron lo que Jesús les había ordenado. Llevaron la burra y el burrito, y pusieron sus mantos sobre ellos. Jesús se montó y fue hacia Jerusalén.

Muchas personas empezaron a extender sus mantos en el camino por donde iba a pasar Jesús. Otros cortaron ramas de árboles y también las pusieron como alfombra en el suelo. Y toda la gente, tanto la que iba delante de él como la que iba detrás, gritaba:

«¡Sálvanos, Mesías nuestro!
¡Bendito tú, que vienes en el nombre de Dios!
Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!»
Mateo 21:6-9

“Hosana al Hijo de David”
Con la celebración del Domingo de Ramos comenzamos nuestra jornada por la Semana Santa, una vez más, nos reunimos en torno al “Misterio Pascual” como dijo Hans Urs von Balthar “En el misterio pascual de Jesús reconocemos que Dios no solamente ha redimido al mundo sino que se ha revelado a Dios mismo en su ser” , pienso que nunca profundizaremos en nuestra reflexión sobre este hecho porque nos sobrepasa. Esta es la razón por la que necesitamos una vez más, y de nuevo participar en esta celebración no solamente cada año, sino cada domingo en nuestros servicios religiosos.

El Domingo de Ramos nos ofrece, de una forma concentrada, un avance de todo lo que celebraremos durante los días santos porque nos muestran en Jesús al Rey Sufriente, que es aclamado, pero al mismo tiempo rechazado.

Este Domingo de Ramos no sólo estamos recordando, lo que sucedió, hace casi 20 siglos, tenemos la oportunidad de vivir bajo la misma esperanza que Jerusalén mostró a Jesús en su entrada triunfal. La liturgia cristiana es la presencia, es señal de realidades que nos están llamando a vivir con más intensidad el compromiso de cambiar este mundo injusto.

Para mí es tan difícil de imaginar, que el Domingo de Ramos que Jesús experimentó fue una celebración muy linda y bien organizada, incluso con las personas en un muy buen comportamiento, por supuesto que no, el acto era más como una auténtica manifestación popular de su esperanza, que a su juicio era el momento adecuado para expresar en voz alta sus expectativas, no sólo en la forma espiritual, sino en sus vidas plenas con todas sus necesidades, era más como una protesta, pero con la motivación de que algo iba a cambiar para mejor.

Podemos celebrar de una manera nueva el día de hoy, recordando que Jesús hizo su entrada a Jerusalén, donde estaba el pueblo; montado en un asno, mostrando humildad, con mansedumbre y paz; y rodeado por la gente que era su comunidad. Nosotros, como ICM podemos celebrar en el mismo espíritu de la Semana Santa, al estar con la gente está en necesidad, lo que demuestra que tenemos la convicción de responder al llamado de Dios a todo el mundo con la nueva aceptación radicalmente inclusiva.

Permítanme compartirles una experiencia personal de mis primeros pasos como sacerdote: fui ordenado como sacerdote católico en 1994, mi primera misión fue en un pequeño pueblo que contaba solo con una ranchería, la que obviamente tenía que ser atendida por el sacerdote Nuevo. Siempre recordaré el día que llegué por primera vez a esa pequeña comunidad, viví una bienvenida increíble, a las afueras del rancho, la comunidad reunida me esperaba con fuegos pirotécnicos, mariachi y flores, tenía que caminar con ellos con la música detrás y saludando a todas las personas que me esperaban; por supuesto que nada se nos es dado sin exigir algo a cambio, puedo humildemente decirles que ese fue mi Domingo de Ramos en mi vida sacerdotal.

En la misma comunidad experimenté, semanas después, la otra cara de la moneda, nada agradable por cierto, cuando algunas personas se ponían de pie en la capilla, para salir porque era el padre Nuevo el que iba a celebrar la misa. Compartía mi ministerio con un sacerdote anciano, que aún celebraba en latín y de espaldas a la comunidad, quien les comentaba que los sacerdotes nuevos éramos obra del demonio. Sin duda fue una experiencia que marcó mi convicción y me ayudó a ubicarme y tener presente en mi mente y corazón que no en todas partes sería bienvenido, solamente por ser clérigo, no siempre iba a escuchar “mi casa es tu casa”

Solía celebrar el Domingo de Ramos en las comunidades como una auténtica protesta, mostrando cartelones con las exigencias de lo que debía ser cambiado en ese lugar donde vivíamos, la multitud recibió a Jesús en Jerusalén, con las expectativas de que algo realmente Bueno pasaría pronto si queremos recibir a Jesús en nuestras comunidades, necesitamos comprometernos con el cambio para bien de lo que necesite cambiar en nuestro contexto, ayudar a cambiar lo que nuestros hermanos y hermanas esperan que mejore de sus vidas.

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