
En una sociedad, cultura y país dónde la religión ha tenido tanta
importancia históricamente y dónde aún hemos heredado una serie de
creencias que no seré yo quien las juzgue, llegamos a un punto en el que
parece que existan fronteras para poder creer, dejar de creer,
conciliar y contextualizar la fe dentro del tiempo actual en el que
vivimos. Conozco a muchas personas en el colectivo LGTB que han vivido
historias de rechazo e incomprensión por el simple hecho de no ser
heterosexuales, y han tenido que abandonar las iglesias, amig@s que
consideraban como familia, y lo que es peor, hasta han decidido
renunciar a su fe porque las religiones existentes no consiguen enmarcar
e incluir al ser humano sea cuál sea su orientación sexual. Por suerte,
existan excepciones. Pero la idea que me gustaría proponer es la de
creer sin fronteras,
más allá de la religión, de las creencias preestablecidas y casi plastificadas, inamovibles, incuestionables. Es ahí donde yo creo que nos atascamos y confundimos.
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